Aún recuerdo esa horrible sensación.
Despertarme, verme al espejo y verlo ahí.
"Qué raro", pensé, ¿un granito?
Quizá es hormonal. O quizá por el chocolate que me comí el otro día. O porque no me lavé la cara ayer. Ya se quitará.
Pero a ese siguieron otros y otros y otros. Unos sobre los anteriores hasta que mi cara ya no era mía sino su territorio de combate.
¿Qué me los está generando? ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Qué dejo de hacer, qué me pongo, que hago?
Y parecía que a más desesperación más y más llegaban.
El espejo se convirtió en un perchero cubierto de ropa para no verme y yo me fui alejando con vergüenza de todos porque sabía que no podían dejar de enfocar su mirada en mis granos sin recordar cómo era mi cara antes.
Pero no sólo mi cara había cambiado, toda yo me había ido quedando relegada de mi, suspirando por mi pasado de cara limpia y sin miedo de mostrarme.
¿Qué me estaban enseñando estos granos? ¿Qué tenía que aprender?
Y no se iban.
¿Te suena esta historia?
Quizá es la tuya o la tuya o muy parecida a la de usted.
Definitivamente es la mía, hace algunos años y hace unos meses.
El terror de un nuevo grano. La inflamación previa y la duda de cuánto durará y las marcas que dejará en el rostro.
Las decenas de cremas, tratamientos, doctores que sólo dejan más y más granos, más y más cicatrices y decenas de efectos secundarios que luego no sabes qué fue peor, si el remedio o la enfermedad.
El acné es un desbalance multifactorial causado por tendencia previa de nuestra naturaleza (Pitta), aunado a nuestros hábitos de alimentación, hidratación, sueño, ejercicio más temas mentales y emocionales que generan un caldo de cultivo que se acidifica y se fermenta en nuestra sangre y busca salir por donde sea.
Quizá lo primero que debemos entender es que nuestro cuerpo NO LO ESTÁ HACIENDO MAL, al contrario. La forma en que estamos llevando nuestra vida le está afectando tanto, que está intentando salvarnos de desbalances más fuertes, en la piel o en otros órganos, sacando esa toxina ácida por la piel.
El tema no es que la saque, porque es una cuestión de sobrevivencia de su interior, sino que muchas veces nosotros seguimos insistiendo en seguirle haciendo daño haciendo cosas que nos gustan y disfrutamos y que sin saber (o sabiendo) son veneno para nuestra piel y combustible para nuestros granos.
Así que como las causas son muchas, las soluciones también son holísticas e integrales pero para que sean definitivas deben incluir un cambio en nuestra forma de vivir y experimentar el mundo. Porque ¿sabes? Eso es lo que nos está pidiendo ese acné, que cambiemos, que probemos otras formas de vivir, de percibir, de pensar y de sentir que no nos hagan daño, que no nos quemen por dentro y que no destruyan nuestra barrera de amor y protección.
¿Se puede? Claro.
Depende de ti.
Y de cuánto estés listx para ser dueño de ti.
Si quieres aprender a hacerlo y ser tu propio sanadorx, te esperamos en el taller de ACNÉ con Ayurveda este sábado 10 de septiembre de 11 a 1 pm
Namasté
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